«El rockabilly de los corazones infartados.»
La Cachorra Yeyé , 18/2/2022
Unas rastas que llegan hasta Missouri y se meten en el salón de Chuck Berry. Es el rockabilly de los corazones infartados. El rag de los ciegos que tocan blues y esperan en la estación un tren que nunca llega. Solo el polvo que trae el viento de Mississippi avanza sobre las vías.
Luces y metralla pentatónica. Ritmo y fuego en el pecho. Rasca más fuerte el acorde incombustible de Alba Blanco que el frío en el exterior de esta noche inusualmente templada de febrero. Se queja del calor, y con razón: maneja su guitarra Ibañez de caja como un piloto de rally su volante en el desierto de Mauritania.
Cambios rápidos, saturación, acordes electrificados con la reverberación clásica del amplificador vetusto. Alba desconcierta a la audiencia como Marty McFly en la graduación de ‘Regreso al Futuro’:<¡Soy Marvin! ¡Tu primo, Marvin Berry! ¿Recuerdas ese sonido nuevo que estabas buscando? ¡Tienes que escuchar esto!>
[Suena La Perra Blanco Trio]
La sucesión de sudor, rockabilly fresco y boogie woogie delirante nos haría esperar un acento de Chicago, forjado al calor de las migraciones de los esclavos emancipados hacia la ciudad industrial, pero nos topamos con el desparpajo gaditano de este trío nacido en La Línea de la Concepción.
Calienta el sol de medianoche sobre un campo de maíz del Medio Oeste.
Es noche de público variopinto, de sombreros, gafas de sol en la noche y alpargata manchega, corbata descolocada de manager venido a menos, de lumpen tanteando la navaja en el bolsillo. El baile general es de pisar el cigarrillo, de machacar la colilla hasta hacerla desaparecer por completo; también alguien se atreve con el twist.
El repertorio electrizante de temas propios y ajenos presentados siempre por Alba provoca el frenesí entre las almas que nos apelotonamos bajo el escenario. Nos habla de penurias sentimentales en ‘Sweet daddy lips’ o ‘Misery’, aunque en las relaciones que describe ella nunca es la tóxica, aclara Guillermo González mientras sujeta el contrabajo, que se queda pequeño ante su envergadura de gigante enmarcado por patilla y boina.
La calidad interpretativa del trío es colosal. La profesionalidad en las percusiones de Juan Andújar esta revestida de la seriedad del encargado de un restaurante italiano bajo el puente de hierro donde se reúne la mafia de Chicago. Cuando al soplón le descerrajan dos tiros por la espalda, limpia la sangre con diligencia y discreción. Su ejecución brillante de las exigencias frenéticas de la noche bien merecía elevar la pinta por él antes de sorber.
» La Cachorra Yeyé suena esta noche a garito de otro tiempo.»
La Cachorra Yeyé suena esta noche a garito de otro tiempo, donde los músicos se arreglaban la pajarita y peinaban mientras conspiraban como arrancar los dientes al saxofonista rival y los dedos al pianista.
Cerca del final, después de que Alba haya recorrido todos los lugares posibles de la sala tocando su guitarra, suena Katyushaentre slapsde manos del contrabajista. Es la señal, el baile final.
Fischia il vento fuera de la sala.
Ya descubrimos que la revolución todavía tardaría en llegar y desde entonces bailamos hasta el amanecer para acortar los días.